Seguimos con el plan. Hablamos en la primera parte de cómo los bolos deben mejorar la comunicación y hacer ligas más cortas. Esto por sí solo no resuelve su decadencia, pero es una pieza del puzzle más. Yo conozco el puzzle completo y una vez resuelto, queda muy bien. También sé que ocurrirá lo mismo que, cuando hace 15 años, adelanté que esto se iba a la mierda. Hoy empezamos todos a ser conscientes de ello. 

Dentro de 15 años nos acordaremos de que había un tarado que tenía la solución, nos acordaremos que ligas más cortas son más emocionantes porque casi todos son enfrentamientos directos con algo en juego y nos acordaremos que los canales de comunicación oficiales deben usarse para algo más que para una diarrea de clasificaciones y contenidos vacíos. 

Y entonces, como ahora, será tarde Y entonces, como ahora, yo tendré la conciencia muy tranquila porque he hecho todo lo que está en mi mano en cada momento. 

Así que vamos a seguir con el plan, que para eso estamos aquí. Es de sobra conocido por todos el auge de las competiciones de aficionados. Desde mi punto de vista es totalmente lógico. La gente tiene ganas de jugar a los bolos, de pasar un buen rato. Los bolos son una alternativa de ocio válida, eso queda confirmado por la demanda existente. Pero los bolos como juego. Querer convertir los bolos en deporte fue un presuntuoso error. La gente demanda bolos, pero demanda el juego, no el deporte. Y, siguiendo el principio de Pareto, me atrevo a afirmar que el 80 % demanda los bolos como juego y el 20 % como deporte. Los números me dan la razón. Y si esa es la realidad, luchar contra ella es como darse de cabezazos contra la pared. 

Zoquetes y necios hay en todas partes, en los bolos también. Luchar contra esa realidad es absurdo. ¿Cómo convencer a esa gente? Si les oyes debatir y llegan a la conclusión obvia de que arriba no hay nivel, de que arriba está jugando gente por rellenar, porque las peñas tienen que jugar con cuatro. Y les oyes contar cuando se cerraban todos los chicos de un partido jugados de 19 y 20 metros. Eso ahora ya no se ve tan a menudo. Y estoy de acuerdo con ellos. Pero yo añado un dato más para esclarecer la causa: supongamos que, el porcentaje de jugadores dotados para tirar con solvencia suficiente para cerrar todos los chicos es del 1%. Poned el porcentaje que queráis. Es indiferente. En la época de las batallitas que nos cuentan, el número de jugadores de bolos federados superaba los 3.000. El 1% de 3.000 son 30. Las matemáticas no mienten. Había 30 jugadores capaces de tirar con la calidad suficiente para cerrar de 19 y 20 metros. Por pura probabilidad era muy posible que en dos peñas hubiese 4 de esos 30 jugadores

En 2023 habrá unos 700 jugadores. El 1% de 700 son 7. Siete es, obviamente menor que 8. Y ocho es el número necesario para formar dos cuartetos. Es imposible que haya dos equipos capaces de cerrar el 90% de los chicos de 19 y 20 metros. Incluso en condiciones ideales en las que esos jugadores estuviesen repartidos en solo dos peñas. Espero que ahora entiendan porque es un atrevimiento afirmar que se juega a los bolos en liga ahora mejor que antes. 

Y después de realizar el análisis correcto, y llegar a las conclusiones obvias, echan pestes contra la reestructuración, contra hacer grupos de diez y contra quitar un metro en primera. Eso es necedad en estado puro y contra eso no hay quien luche. 

Volvamos al tema que nos ocupa. Un día alguien decidió que los bolos tenían que ser un deporte, ignorando su naturaleza de juego y sin preguntar a nadie. Y se pusieron manos a la obra bajo el lema: Al que no le guste que se marche. Y ocurrió lo obvio, la gente se marchó y nadie vino a relevarlos. Porque los bolos son un juego, no un deporte. Pero vencieron los necios. 

Y aquí estamos en 2023, con más ligas de aficionados que de federados, con más gente fuera que dentro. Lo hemos provocado nosotros, nadie más. Simplificando mucho el tema, los que están fuera valoran más el aspecto lúdico que el aspecto competitivo, al menos siendo fieles a Pareto y Gaus, el 80% de ellos. Otra prueba evidente del error de obligar a los bolos a convertirse en deporte, al menos bajo mi punto de vista, lo comprobé el otro día en cierta tertulia bolística. Se hablaba de la importancia de un código ético en la máxima categoría, a imagen de otros deportes. Claro que sí, por supuesto que es una gran idea un código ético. Y después de llegar a la conclusión de que era imprescindible ese código ético, no tardaron ni 30 segundos en relatar y justificar varios ejemplos de resultados y comportamientos poco éticos en las últimas jornadas. Vamos a ver, por un lado, reconoces la necesidad de un código ético y por el otro, justificas y disculpas todas las infracciones del mismo. A ver si resulta que los bolos no tienen tanto de deporte como pensamos y por eso no les encaja un código ético. 

Otro ejemplo, lo vivimos hace unos años con la separación de la Federación Española de Bolos. Si los bolos son un deporte, no tiene sentido reducir su ámbito. Y aquella separación acabó con lo poco de dimensión nacional que tenían. Resultado, expulsión y desmotivación de aquellos que se creyeron la mentira de que los bolos eran un deporte. Querer transformar un juego en deporte por narices es un craso error. Insistir en el error es de necios. 

Ya hemos visto que un código ético deportivo y una reducción del ámbito territorial no son compatibles con un deporte como tal. Y nosotros insistimos en considerarlo y tratarlo como un deporte. Pero aún hay más, para entenderlo mejor. 

Hay una serie de individuos que comparan los bolos con otros deportes cuando tratan de destruir el espíritu de la reestructuración. Comparar un juego de aldea con un deporte es demasiado atrevimiento, incluso para mí. Sugieren imitar los modelos del fútbol o del baloncesto a la hora de reestructurar y no se ponen ni medio colorados. Vamos a traducir esas locuras en números, más allá de la evidente diferencia en el ámbito territorial.

En fútbol federado existían, en 2021, 31166 clubes, en baloncesto 2616 equipos. Pero no hablo de las evidentes diferencias de tamaño entre verdaderos deportes y nuestro juego de aldea. Voy un pasito más allá. En fútbol hay 20 clubes en la máxima categoría, en la ACB 18. ¿Se ve ya por dónde voy? En Bolo Palma alcanzamos a duras penas poco más de un centenar de clubes. Vamos a ser generosos y pensar que tenemos 140 equipos para facilitar el cálculo (ojala). 

En los bolos tenemos la prepotencia de afirmar que el 10 % (14) merece estar en la máxima categoría. Somos un deporte como el fútbol y el baloncesto para criticar la reestructuración. Pero hasta ahí. Para lo que nos interesa somos un deporte. Cuando queremos destruir nos agarramos a lo deportivo. 

Antes de que algún zoquete se agarre a un clavo ardiendo, quiero dejar claro que no comparo deportes. No son comparables, ni en lo bueno ni en lo malo. No puede ser que en la máxima categoría pretendamos que esté más del 10 % de los clubes. Es una mentira insostenible. Por eso me río cuando en algunas tertulias afirman, desde de su cátedra de gente de bolos, que la reestructuración tenía que haber imitado el modelo del fútbol o del baloncesto y no se ponen ni rojos.

No hombre, no. Esto es un juego y como tal es para pasar el rato. Eso deberían metérselo en la cabeza los que hablan de bancadas, de remar en la misma dirección y de que es necesario un capitán que conduzca el barco. Coincido con ellos. ¿Pero no se han parado a pensar que los que reman en dirección contraria igual son ellos? Y no lo ven, porque es la misma dirección en la que llevan remando toda su vida, derechitos al Iceberg como el Titanic. 

Pues sí, están remando hacia el desastre, como llevan haciendo un cuarto de siglo. Por eso no les gusta el capitán. Por eso no valoran su trabajo, ni a su equipo, ni su manera de capitanear el barco. 

Vayan por delante dos cosas que quiero dejar muy claras: 

  • Primera, no estoy de acuerdo al 100 por 100 con Norberto y él lo sabe. Comparto el fondo, pero no la forma ni la velocidad. Pero el capitán es él. 
  • Segunda, esta es obvia, incluso para los que reman en dirección contraria sin reconocerlo: Norberto no tiene un pelo (eso salta a la vista), de tonto tampoco. Es muy listo. Por eso medidas como el campus funcionan, por eso los juegos escolares funcionarán, porque captan niños desde la componente principal de los bolos, la lúdica.

Los alumnos de las escuelas de Santander aumentan, eso es un dato. El que quiera que lo busque o que pregunte a los monitores. Y mientras Norberto y su equipo reman en la dirección correcta, los que llevan un cuarto de siglo remando al revés se retuercen. Querían un cambio, pero al parecer no era de dirección. Igual querían cambiar de barco o de remo o su posición en la bancada. Y dicen que no hay directivos porque nadie quiere comprometerse y tienen razón. Y por el otro lado, defienden ligas de 14 equipos que no hacen más que aumentar el tiempo, el dinero y el trabajo necesario para sacarlas adelante. Te quejas de que no hay directivos para sacar adelante una liga de 14 partidos y, ni por un momento, te planteas reducir los equipos.

Solo piensas en que cuanto más partidos en casa mejor. Ni siquiera te planteas que igual es mejor 7 partidos en casa con 200 espectadores que 13 con 50. Porque, salvo que seas Peñacastillo, Camargo o Andros, poco más puedes ofrecer para que el partido sea atractivo. Es matemática pura, si quitas 3 por arriba y otros 3 por abajo, te quedan 8 equipos que, poco o nada, ponen en juego en cada jornada.  Más de la mitad de los partidos de cada fin de semana no son atractivos en términos de tener interés para el desenlace de la liga.

Pero tienen que ser 14. Porque así juego más partidos en casa y porque así hay más posibilidades de que los jóvenes participen en la máxima categoría. Pues si el objetivo es jugar muchos partidos en casa y que los jóvenes puedan jugar en la máxima categoría porque, según los grandes remeros, ese es su principal objetivo en la vida (lo de divertirse y participar en una liga emocionante y competida para pasarlo bien ni lo contemplan) entonces 14 no es el número correcto. También se equivocan. Hay que poner 20 equipos de la máxima categoría, como en el fútbol. O 18, como en el baloncesto. Así aumentan los partidos en casa y los jóvenes tienen más sencillo el acceso para jugar en la máxima categoría. De cajón.

O se quejan de que los bolos no son atractivos para los niños y al mismo tiempo defienden un modelo que no divierte precisamente a todos: el de competir desde el principio. Eso suele ser divertido solo para el que gana. Pero ahí insistimos en ligas, circuitos y campeonatos para menores. Y si hay 16 que los 16 jueguen el campeonato regional, porque eso los motiva. Porque los niños son tontos y no se dan cuentan que van a participar para dar más lustre y merecimiento al que gana. Y pensamos que esa fórmula les entretiene. Y luego decimos que los bolos no son atractivos para los niños. Pero si para un niño que jamás ha cogido una bola es muy divertido jugar una liga en que no las llega, perder todos los partidos, sentirse señalado por sus compañeros y hacer 75 en un campeonato regional que nadie le ha preguntado si quiere jugar. Y si no le gusta que juegue a otra cosa. A los bolos  no se juega, se compite. Pues no, mendrugos. Y aparte de decirlo yo, lo dicen los números en la realidad. Lo de cerrar los ojos para no verlo, tiene sus peligros. La realidad no desaparece cuando cierras los ojos.

Y así llevamos 25 años, derechos al Iceberg y remando cada vez más fuerte. Como el Titanic, pensamos que vamos a bordo de un transatlántico indestructible y, mientras el agua nos llega a la cintura, los músicos tocan más fuerte. Señores, fue un placer tocar con ustedes. No penséis que cuando esto se hunda, alguien va a venir a rescatarnos. No bajarán ni a ver los restos después de lo que le ha pasado a los pasajeros del Titán.

El plan bolo palma 2023

El plan….

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