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Comienza una nueva parte del plan. Las aventuras de Daniel Soler se me empiezan a ir de las manos. Y, lo que comenzó como un chiste, va camino de convertirse en novela, espero que de ciencia ficción. Ahora que conozco el motivo detrás de esa creatividad tan peculiar, me resulta mucho más sencillo darle salida. Y además me lo estoy pasando bien.

Como decíamos el otro día, más no siempre es mejor. Siempre he defendido que el debate y el cruce de ideas enriquece a las personas y las aporta perspectivas diferentes. Y lo he dicho, no porque sean palabras bonitas, ni para quedar bien. Lo creo firmemente. Y, cada vez que leo argumentos en contra de la reestructuración, de quitar los 19 m y de hacer ligas más cortas, más competidas y más emocionantes, me reafirmo en esa idea.

Escuchar y leer opiniones contrarias a la tuya enriquece. Pero solo si eres capaz de separar el mensaje del mensajero. Eso es muy difícil por los distintos sesgos que intervienen en el pensamiento humano. Para las personas normales, la inmensa mayoría, resulta mucho más sencillo alinearse a favor de una afirmación si esta viene de un referente de su ámbito social. Para ser un poco más claro, siempre tendrá una mayor aceptación por la mayoría, la opinión de una figura bolística o de un afamado presidente, que la de un inútil tarado que juega con serias dificultades físicas a los bolos, o que la de alguien que nunca ha hecho nada por los bolos según el criterio, generalmente aceptado, de cribar toneladas de arena.

Esto es una realidad científicamente demostrada. Si alguien quiere saber más, que lea «El arte de llevar la contraria» de Tood Kashdan. En él, se hace un buen repaso de los principales sesgos que afectan al comportamiento humano. Y se demuestra que, para la gente normal, es muy difícil alinearse públicamente con opiniones y afirmaciones que contradicen las de los referentes en el ámbito social al que pertenecen.

Es como la fábula: El Traje Nuevo del Emperador. Reconocer, en público, que el Emperador iba en pelotas por la calle no se lo planteaba nadie, por miedo a que su entorno social los rechazara. Todos alababan la belleza de su nuevo traje. Incluso hacían hincapié en detalles concretos de un traje que no existía. No podía ser posible que ellos fueran los únicos que no lo vieran. Y, sin embargo, la realidad es que el Emperador iba desnudo.

Sabiendo cómo funciona el grupo bolístico, compuesto de gente normal, es de esperar todo lo que ocurre. Y no digo que sea bueno ni malo. Lo dejo claro, no estoy juzgando a nadie, tan solo analizando, que ya sé que estas cosas se sacan de contexto y dan mucho juego. Es más sencillo alinearse con el que se reconoce como poderoso. No es más que la traducción científica de la sabiduría popular: el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija. Y, sin embargo, el Emperador está desnudo, pero nadie osa ser el primero en indicarlo.

Sabiendo esto y teniendo muy claro que es la reacción normal y esperada, es más sencillo valorar las reacciones, y, procurar, que no interfieran en la consecución del plan. Es más, las puedes aprovechar porque ya las has previsto.

Las opiniones, en el fondo, son las de siempre, las de la mayoría, pero adquieren un valor mayor, cuanto mayor es la popularidad y el reconocimiento de la persona que las emite. Esto es la realidad y como ya he dicho muchas veces contra la realidad no se puede luchar. Toca adaptarse. La mejor manera de adaptarse es tratar de analizar esas opiniones desde la perspectiva del mundo que tiene el mensajero. Es entonces, cuando de verdad se percibe el verdadero valor de las afirmaciones.

Esa es la gran riqueza que esconden: la perspectiva del mundo del emisor. Porque esa percepción del mundo influye claramente en la opinión emitida. Percepción y opinión no se pueden separar. Si lo haces, el mensaje pierde todo el valor y no se entiende. Y separar percepción y opinión cuesta mucho, sobre todo cuando la probabilidad de que alguien comparta tu visión de la realidad es menor al 2.5%, porque perteneces a ese grupo minoritario de raritos. Es mucho más sencillo cuando esa probabilidad está en el 95%. La famosa campana de Gauss, otra vez, que delimita gráficamente lo que es la gente de bolos normal.

Centrando el tiro. En contra de la reestructuración parece que el 95% de la gente comparte una visión del mundo en la que ese salto de dos metros es un obstáculo para la promoción de los más jóvenes. Además parte de ese 95 por ciento defiende que la medida ha sido aprobada para favorecer a unos cuarentones/cincuentones que no las llegan. 

Podemos concluir entonces que, en su visión del mundo, la inmensa mayoría anhela jugar en Primera o en División de Honor y que existe un relevo garantizado para todos esos debiluchos que no las llegan de veinte metros. Que los débiles deben echarse a un lado y dejar paso a esa generación tan amplia de jóvenes que vienen pegando fuerte. Eso es así en su visión del mundo. Cuando rascas un poco más, te das cuenta de que ya nadie anhela jugar en Primera o en División de honor (si echamos cuentas hay incluso más jugadores en ligas aficionadas que federadas) y ves que no existe esa generación llamada a tomar el relevo. Porque yo he intentado comprender esa visión del mundo de aquellos que critican la reestructuración. He tratado de compararla con los números. Y he encontrado que esa percepción y los números están muy lejos. Y no engaño a nadie, entre números y percepciones, me quedo con los primeros. 

Los números insisten en negar esa visión del mundo bolístico, aceptada por el 95%, que representa a la gente de bolos normal. Para mí los números son más fiables que las percepciones. No tienen sentimientos que enturbien la visión del mundo que transmiten. Porque yo entiendo y respeto que los sentimientos afecten a la percepción. Es algo innato en el ser humano. Pero muchas veces, como en este caso, nos alejan de la verdadera realidad. La verdadera realidad que, para mí, nos dan los números.

Es entonces, al poner los números encima de la mesa y atrevernos a mirarlos, cuando esa falsa realidad desaparece. En 2009 la media de edad de los equipos de división de honor era de 33.38 años y ninguno de los 14 clubes superaba los 40 años de edad de media. Además, sólo dos de las catorce peñas, estaban por encima de los treinta y ocho años de media (Velo y Puertas Roper)

En 2023 la realidad que nos dan los números es que la media de edad es de 36.77 años. Dos peñas, Camargo y Andros, superan los 40 años de edad y la mitad, es decir siete, están por encima de los 38 años de media (Camargo, Peñacastillo, Casa Sampedro, Comillas, Andros, Ribamontán y La Rasilla). Todas, salvo la Bolística,superan los treinta y cuatro años de media. Aclaro que estos datos son a falta de la Peña Bolística Mali, de la que no he encontrado información en la web de Apebol.

A mi estos números no me hablan de un futuro esperanzador en el que los jóvenes vienen pidiendo paso. Salvo en el caso ejemplar de la Bolística, que de las peñas que estaban en 2009 y continúan en 2023, es la única que ha rebajado su media de edad. De los 29.2 años en 2009 a los 21.8 en 2023. Pero, siguiendo con los números, la excepción no es representativa de la realidad por ser, precisamente, una excepción. Y, en los bolos, somos muy de excepciones. Planeamos las cosas en base a las excepciones.

Si este envejecimiento ocurre en el paraíso de los bolos, debemos hacernos una idea de lo que ocurre, a falta de datos, porque nadie tiene las ganas de extraerlos y yo no tengo el acceso a los mismos por razones obvias, fuera de ese paraíso bolístico. Fuera del paraíso todo es frío y oscuridad. Por eso es imprescindible analizar la visión del mundo del emisor de la opinión. Si para el emisor la visión del mundo es, como en el mito de la caverna de Platón, aquello que ve proyectado en el fondo de la cueva, cuando sales al exterior y tus ojos, acostumbrados a la oscuridad son cegados por la luz del sol, eres incapaz de percibir la verdadera realidad.

Y la realidad es que los bolos envejecen. Que, actualmente en la división de honor hay 30 jugadores de un total de 69 (me faltan los datos de Mali) que son cuarentones. El 43% de los jugadores de división de honor tiene 40 o más años. Si estos datos, a los que están dentro de la caverna, les parecen esperanzadores, yo lo respeto, pero no lo comparto. A mí me dicen que el futuro en el paraíso es bastante oscuro. Y que fuera de él es negro como los testículos de cualquier asno. Pero si el emisor de las opiniones, ve el futuro de color de rosa desde su paraíso, jamás podrá entender lo siguiente:

  • Quitar los 18 metros beneficia a la inmensa mayoría de la primera categoría. Beneficia a mucha más gente de la que perjudica. Y eso si aceptamos que a los jóvenes les perjudica, yo, personalmente, dudo que esos jóvenes tan altos fuertes y preparados tengan algún problema para tirar tan bien de 20 metros, o mejor,  que esos 30 cuarentones y cincuentones que militan en división de honor.
  • Reducir la distancia de tiro permite alargar la vida deportiva de los jugadores. Muchos de ellos aguantarían cinco años más y ganamos tiempo, que no tenemos, para generar un relevo, que tampoco tenemos. Aparte de que a ese relevo joven, no solo formado por grandes figuras, le resultará más sencillo adaptarse a una primera categoría con un metro menos. Porque si de cada categoría menor, destacan dos, al resto, y a la vez mayoría, le viene mejor quitar un metro. Pero en los bolos, como ya he dicho, pensamos siempre en la excepción, no en la mayoría. Hemos construido un mundo a medida de la excepción. Y con ello hemos expulsado a la mayoría.
    Si los que habitan en esa caverna paradisíaca se plantearan quitar un metro, estarían alargando la vida deportiva de esos treinta cuarentones y cincuentones, prácticamente la mitad, que militan allí. Pero claro, ¿A qué loco se le ocurriría proponer que quitaran los 20 metros?  Pues eso tan aberrante, tan escandaloso y tan descabellado, les daría tiempo para generar el relevo necesario para todos esos títulos regionales y nacionales que están muy cerca de abandonar las boleras del Olimpo. Y que, además, lo van a abandonar de golpe todos juntos.
  • Hacer ligas más cortas reduce también la carga de partidos. Lo que contribuye a alargar la vida deportiva, disminuye el riesgo de lesiones, elimina jornadas dobles, quita partidos por jornada… y además de todo eso da más emoción a la competición. Todos los partidos tienen importancia. A más en juego, más afluencia de público. Y eso se comprueba fácilmente, la gente acude cuando hay algo en juego, como el sábado pasado. Importa más el morbo que los bolos derribados y los metros del lanzamiento. Pero seguimos pensando en la excepción. Seguimos creyendo que la gente disfruta viendo lanzar de veinte metros de cualquier manera.
  • Tendremos menos partidos pero con mayor afluencia de público. Tomen nota en el paraíso si lo desean, luego que hagan lo que su perspectiva del mundo les aconseje. Pero, estoy convencido, que las directivas de Camargo y Riotuerto, prefieren 9 partidos en casa con la afluencia de público del sábado pasado, que 13 con la mitad. Dudo que ninguno vaya a negar este extremo. Si lo niega solo puede ser, porque incluso, estarían fuera de ese 95% de gente de bolos normal. Realidad hay una, percepciones de esa realidad tantas como personas. Esto quiere decir, que muy pocos estarán próximos a la realidad, por pura estadística, que la inmensa mayoría, cerca del 95 por ciento, estará muy alejada de la realidad. Los números son fríos y no tienen sesgo. Los números son lo más cercano que conocemos a la verdadera realidad.

Voy acabando ya, tranquilos. Por todo lo anterior, la reestructuración va a funcionar, por mucho que el 95% que representa al colectivo de gente de bolos normal diga que no. Porque su percepción del mundo afecta a la opinión que se han formado. Porque la presión social es un sesgo a tener en cuenta. Porque nadie se va atrever a decir que el Emperador está desnudo. Vuelvo a poner el dibujito de la campana de Gauss en un intento de mejorar la perspectiva.

 

Si miráis bien el dibujo veréis que no era viable esa reestructuración de consenso. Si obtener un acuerdo entre 9 personas, que comparten una visión similar de la realidad, es decir, que se encuentran muy próximos en un extremo de la campana, llevó tres meses de reuniones, trabajo, cesiones y discusiones, imaginad lo que hubiera supuesto poner de acuerdo a x personas con x percepciones de la realidad. Como se ve en el gráfico, ese consenso contiene una gran variedad de percepciones distintas de la realidad, en concreto, 95 de cada 100 personas. Ni buenas ni malas, pero percepciones. La variedad de percepciones es más amplia entre 95 personas que entre 3. Eso creo que se entiende bien. Y que algo que sea aceptado por 95 de cada 100 personas no tiene porqué ser, necesariamente, correcto. Si que es mayoritario. Si que es normal, pero no tiene porque ser correcto. Cuando se descubrió el fuego, 95 de cada 100 cavernícolas continuaron comiendo carne cruda. Era lo normal, lo mayoritariamente aceptado. Tan solo el rarito que descubrió la manera de controlar el fuego y sus más cercanos disfrutaron de las ventajas sanitarias de cocinar la carne. Y, gracias a eso, mejoraron su esperanza de vida y facilitaron la supervivencia de la especie. Aquellos que se negaron a cocinar la carne porque no era lo que hacía la mayoría, fueron eliminados de la ecuación. Aún quedan restos de aquella costumbre hoy en día, que prefieren el chuletón sangrando, pero ya no representan al 95%.

Queda muy bien, es muy bonito y es políticamente correcto, decir que tenía que haber sido una reestructuración de consenso. Es fácilmente aplaudible, decir que se tenía que haber logrado un acuerdo global. Pero ninguno de los que defienden esta postura, tan utópica, se han atrevido a fijar el límite del consenso. Por ahí se tenía que haber empezado, por fijar la x. 

¿Cuántas personas son necesarias para que el consenso sea mayoritariamente aceptado?, ¿Dónde ponemos el límite del consenso?, ¿Presidentes de división de honor?, ¿Presidentes de todas las peñas?, ¿Presidentes de todas las peñas y jugadores de Primera?, ¿Presidentes y jugadores de todas las categorías?, ¿Presidentes, jugadores y árbitros de todas las categorías?, ¿Pedimos también su opinión a veteranos, féminas y categorías menores?, ¿Abrimos además el abanico a los espectadores?, ¿Preguntamos su parecer a los medios de comunicación? 

Como veis, esas voces que piden e insisten en un referéndum y un consenso en algo tan importante, se equivocan claramente. Si esa fuera la solución, se habrían atrevido a fijar los límites de ese consenso. Pero ni uno solo ha tenido la valentía de delimitar ese consenso, de decir que el Emperador va desnudo. Se han limitado a alabar la belleza de su traje y a decir que tiene que ser por consenso. 

Pero incluso, me reconoceréis que, para fijar los límites de ese consenso, también debemos exigir que haya un consenso ¿no os parece? Habría que ponerse de acuerdo, en cuántas personas son necesarias para ponerse de acuerdo en cuántas personas son las que tienen que aprobar la reestructuración correcta. Y así, discutiendo si son galgos o podencos, llegaríamos al infinito en busca de un consenso global inviable. Y así, la realidad nos aplastará. Pero hay que reconocer que nos cogería donde más cómodos hablamos de bolos: en la barra del bar, alabando el traje del emperador.

El proceso fue muy simple. Se llegó a un consenso entre nueve personas. Se llevó a la Asamblea, que no olvidemos, está formada por representantes elegidos democráticamente entre todos los implicados : peñas, árbitros y jugadores. Y se aprobó, contando con mayoría. Y la otra propuesta, que creo que tampoco fue acordada por consenso, al menos a mí no me consultaron, fue rechazada. 

Pero, por mucho que yo demuestre, que este es el proceso lógico, es mucho más fácil alinearse con la opinión de los que son referentes en el ámbito social bolístico. Aunque estos últimos pidan un consenso y ni siquiera se atrevan a fijar sus límites. Es la realidad, y yo, contra la realidad, ya he dicho que no voy a luchar.

Guste o no, se han respetado las reglas. Guste o no, se han hecho las cosas bien. ¿Funcionará? Yo estoy convencido de que cumplirá su objetivo: regalarnos tiempo hasta que el resto de medidas den sus frutos. Para los que esperan un milagro, vayan sentándose. Para todos aquellos que se desgañitan, un consejo: repasen su percepción de la realidad, no vaya a ser que estén viviendo en universos paralelos sin saberlo.

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