Continuando con el plan y después del paréntesis del otro día, considero necesario hacer unas aclaraciones. Alguno me ha preguntado y ha recibido contestación, así que pienso que hay que hacerla extensiva a todos. Sé que puede parecer osado y prepotente decir que este plan es la solución. Pero lo es y lo sé. Y además, gracias al ictus de hace dos años y a otras circunstancias personales, ahora soy capaz de entender por qué. El que quiera más detalles puede preguntar en persona. A quien no le apetezca dirigirme la palabra, que busque en Google términos como: pensamiento arborescente por debajo del umbral del nivel de la conciencia, pensamiento divergente, o busque información de una psicóloga francesa que habla de cebras. También aprovecho para decir una cosa, más no quiere decir mejor. Eso también lo sé.
Y a quien no le interese que siga poniendo en duda todo lo que digo. Me da igual. Os aseguro que he esperado con paciencia 15 años, anhelando equivocarme y, por desgracia, no ha sido así. Ahora entiendo por qué no me equivocaba y ayuda mucho comprender el motivo. Que sí, que desde fuera suena chulo, prepotente y poco modesto. Pero en el fondo, la modestia puede ser una forma de mentira. Yo no miento. Y no, no alardeo ni presumo de tener la solución. No estoy orgulloso de ello. No hay motivo para estarlo. Pero tenerla y no compartirla es otra forma encubierta de mentir.
Hechas las aclaraciones oportunas, espero no tener que volver a hacerlas. Es perder el tiempo y tenemos muy poco. Ya hemos visto que los bolos se tienen que volver más digitales. Recuperar su vertiente lúdica y, en su vertiente competitiva, necesaria pero no excluyente, cambiar hacia un modelo más sostenible, más atractivo, más competitivo y que no suponga tanto sacrificio en una sociedad en la que el esfuerzo y el sacrificio brillan por su ausencia.
Mencionaba de pasada el otro día el modelo de escuelas de bolos. Vamos a profundizar un poco más. El error de convertir los bolos en un deporte se trasladó también a las escuelas y nos preguntamos por qué no hay relevo. Las escuelas se han enfocado para fabricar campeones, pero no todos los niños valen para campeones. Y esto el capitán de nuestro barco, Norberto, lo ha repetido hasta aburrirse. Son necesarios campeones. Claro que si. Esos se hacen solos. Pero aún más necesarios son jugadores del montón, aficionados, árbitros, directivos y espectadores. Eso es obvio. Y nosotros nos empeñamos en fabricar campeones. Y campeón, por definición, solo puede haber uno. ¿Y el resto? ¿Qué hacemos con ellos? Obligar a alguien a ser campeón sin haber nacido para ello es muy duro. Pero como toda la vida se hizo así….
Y los niños huyen sin pensarlo dos veces. ¿Y qué hacemos nosotros? Insistir en el error y crear escuelas de la nada con el mismo modelo que no funciona. Y aumentar la participación de los campeonatos para que compitan todos sin preguntarles a ellos. Os voy a poner el ejemplo del Judo y os lo pongo porque es muy gráfico. Acercaos a la bolera de Cueto un día que coincidan unos juegos de Judo de niños pequeños y un partido de bolos. Asomaros al pabellón a reventar con la gente de pie en la grada y luego asomaros a la bolera para comprobar que hay 20 personas incluyendo jugadores, pinches y árbitros. Yo lo he hecho en varias ocasiones. Seguro que alguno de los cientos de padres, tíos o abuelos que allí nos juntamos también. ¿Qué imagen se habrán llevado de los bolos? Y si asistís a las galas de la Federación Cántabra de Judo, veréis que la competición es lo de menos. Que apenas existe para niños en edad escolar. Veréis que la componente lúdica predomina. Y así un deporte sin componente cultural y poco arraigado en Cantabria crece a un ritmo espectacular mientras que una de las señas de identidad de nuestra región se hunde en la miseria.
Pero los que lo hacemos bien somos los bolos. El Judo no es un modelo a imitar. Mis dos hijos han probado los bolos y el Judo. Yo no los he obligado a escoger uno u otro. Han decidido libremente. En mi familia el Judo no ha existido. Yo intento jugar a los bolos. Pues en la bolera se aburren, y al tatami están deseando volver. Es la realidad y no conviene pelearse con ella. Lo que conviene es aprender. Pero en los bolos carecemos de la humildad necesaria para reconocer el error. El orgullo nos lleva a repetir el mismo fallo año tras año. Más partidos, más campeonatos, más participantes, porque pensamos que más es mejor. Pues hombre, cada cosa tiene su tamaño. Por eso existen los vasos de chupito y los calderos.
Y hacemos más escuelas, porque más es mejor. Y hacemos que en categorías con una decena de jugadores, participen 16 en el campeonato, porque más es mejor. Y hacemos ligas cada vez con más equipos y más largas, porque más es mejor. Y seguimos tomando los chupitos en calderos, porque más es mejor. Y no, más no siempre es mejor. Sobre todo cuando lo que la situación pide a gritos es menos. Sí, menos escuelas, pero más fuertes. Sí, menos equipos, pero ligas más fuertes. Sí, menos participantes en los campeonatos, pero más fuertes.
Lo de las escuelas es muy claro, al menos para mí. Con diez escuelas de bolos habría suficiente. Si me apuráis, con ocho. Sobarzo, Torrelavega, Santander, Ruiloba, Pielagos, La Acebosa, Corrales y Santoña-Laredo (para que no se me enfaden los de la ballena.) Los que no he citado, ya se habrán enfadado o, posiblemente, ya lo estaban. Y los que he nombrado se enfadarán también. Colocadlas en un mapa y lo veréis más claro. Incluso poned diez si queréis. Pero 30 es un disparate que no sirve para nada más que para perder recursos y despilfarrar esfuerzos. Y para que el ayuntamiento de turno presuma de una escuela más en su amplio listado de servicios innecesarios. Porque más es mejor. Los niños llaman a los niños. Una escuela con 30 alumnos tiene más potencial que una con siete. Es fácil ver cómo se pueden agrupar todas las escuelas en ocho. De verdad, tomaros la molestia de señalarlas en un mapa.
Ocho, otra vez el dichoso número. Y garantizamos que todas puedan formar al menos un equipo y para los que no están llamados a formar parte de esa liga, podemos proponer una serie de juegos, relacionados con los bolos, que los permitan divertirse, competir a su manera, pasar un buen rato y convivir con otros como ellos. Y dirán a sus compañeros del colegio que juegan a los bolos y que se lo pasan muy bien. Y en unos años veremos el resultado de esta medida.
Poner en marcha esta medida desde dentro parece una locura, lo sé, pero vista desde fuera y en perspectiva, es lo que los bolos necesitan. Y como la única manera de demostrarlo es ponerla en marcha, nunca sabremos que tengo razón. Nunca se pondrá en marcha, porque en los bolos más es mejor. Siempre ha sido así, el que es capaz de tirar desde más lejos, es mejor. ¿Es la solución instantánea para revivir nuestro juego? No, por supuesto que no. Pero ayudaría mucho a recuperar una base que perdimos hace tiempo. Igual que funciona el campus, igual que funcionarán los juegos escolares si Norberto consigue ponerlos en marcha. Lo que ya sabemos que no funciona es lo que llevamos haciendo 25 años. Pero es curioso, sabiendo que no funciona, repetimos y ampliamos los errores, como si los problemas fueran a desaparecer solos.
Vamos acabando por hoy. Resumiendo un poco hasta aquí, necesitamos unos bolos menos analógicos, con ligas más cortas, con menos escuelas pero más fuertes y con alternativas para los que no quieren o no pueden competir. Unos bolos adaptados a los tiempos que vivimos, porque nos gusten o no, los tiempos que vivimos son los que son. A unos les gustarán más, a otros nos gustarán menos. Pero lo que todos debemos tener claro es que son los que nos han tocado vivir y debemos adaptarnos.
La mentalidad del tramposo no funciona. Llevamos 30 años haciendo trampas al solitario. Eso de cambiar las cartas cuando no nos gustan no sirve de nada. Lamentarse tampoco ayuda. Poner toda la atención posible para jugar nuestras cartas de la mejor manera, sí. Los tramposos no valen para eso. Valen para quejarse y para cambiar las cartas por otras si no les gustan. Tampoco se les puede echar nada en cara ni afear su comportamiento. Nacieron así y así morirán. Hay que respetar su personalidad. Pero eso no quiere decir que haya que permitirles que traten de convertir en tramposos a todos.
Os dejo por aquí las distintas partes del plan para mantener un poco el orden: