Veo
Las mismas caras, los mismos gestos…. amigo mudo. Y si, lo veo todo en blanco y negro. El comienzo del éxito de Barricada describe la imagen a la perfección. También la sintonía del NO-DO y su típica entradilla habrían encajado al dedillo con un relato que huele a sacristía rancia y película de Sábado por la tarde.
Todo muy monocolor. Con pocas y desagradables sorpresas. Tan sólo una, quizá arrastrada por la convicción de que, desde dentro es más sencillo cambiar las cosas y adaptarlas a los tiempos actuales. Les deseo la mayor de las suertes cuando comprueben que los camellos no pasan por el ojo de ninguna aguja.
Es mejor tomárselo con humor. Porque la realidad acojona. También me parece una oportunidad muy buena de practicar destrezas de pensamiento. Así, cuando te dan una bolsa de limones tan ácidos, puedes obtener unas jarras de limonada. Por ello, veo, pienso y me pregunto.
Lo que veo lo he adelantando un poco al principio. Blanco y negro. Cuando quienes pretenden reconducir los bolos evocan imágenes monocromáticas, tiempos pasados e ideas agotadas y emanadas de un solo Dios verdadero es muy fácil anticipar lo que va a pasar. Desde el siglo pasado llevan manejando un trasatlántico indestructible. Y ni siquiera ahora que las máquinas están paradas y el iceberg se encuentra a pocas millas de distancia reconocen el peligro.
Pienso
Continuando con la destreza del veo, pienso y me pregunto. Pienso que realmente los bolos y sus gentes no se merecen este último viaje. Pienso que el capitán del barco no es el más indicado para dirigir el hundimiento. Y no lo es porque él ya tiene preparado su bote salvavidas privado, se ha colocado el chaleco y ha enviado por radio las coordenadas del iceberg para que, cuando se produzca el desastre, acudan a rescatarle. Porque ha aceptado comandar el viaje, a pesar de desconocer por completo a la tripulación, a sabiendas de que es un peldaño más en su carrera política. Seguro de que un grupo de rescate le aguarda con comida y mantas suficientes.
También pienso que no ha anticipado que por encima del propio capitán, se encuentra siempre el armador del buque. Y que, cuando el capitán proponga poner las máquinas marcha atrás a toda potencia para reducir la velocidad porque es una buena idea para evitar el choque, las órdenes del propietario serán claras: el barco es indestructible y el tiempo es oro. Nada de alarmar a la tripulación ni a los pasajeros. Derechitos a partir ese iceberg por la mitad:
Nadie fue suficientemente cauto. Conociendo la presencia de hielo, el capitán Smith mandó calcular al sexto oficial el tiempo que tardarían en cruzarse con los témpanos. A bordo, por lo tanto, había conciencia del peligro de navegar entre icebergs, y, aun así, el armador Bruce Ismay fue reacio a reducir la velocidad. Quería cruzar el océano en un tiempo ejemplar para reforzar la excelente imagen de la compañía.
El Titanic avanzaba con el beneficio como única brújula. Smith, Ismay y la White Star Line también se creían a sí mismos seguros e infalibles. Nadie pensaba, en un sentido práctico, que el casco del Titanic , el barco “insumergible”, la nave emblemática de la empresa, sucumbiese al impacto de un bloque de hielo. Sobre todo si no era de grandes dimensiones, en ese caso visible y eludible.
Me pregunto
Y después de ver y pensar, toca el turno de preguntarse para completar la destreza. Y la pregunta es inmediata ¿merece la pena tratar de salvar a la tripulación y al pasaje? Y tengo claro que la tripulación está convencida de que el armador dice la verdad: el barco es indestructible. Y, en base a esa confianza, no abandonarán el barco. Además el capitán cuenta con una amplia experiencia de navegación, por lo que el total desconocimiento del buque no debería ser un problema. Su actitud conciliadora hará el resto. Si acaso, rayando el surrealismo, hará unas fotos de los músicos tocando mientras el agua les llega por los tobillos. Eso tranquiliza mucho. Disponer de un influencer para dejar testimonio es importante. Siempre hay tiempo para una foto para compartir en esas efímeras redes sociales. Porque en estas destrezas de pensamiento hay que ser realista. Una tragedia como la del Titanic en nuestros días estaría salpicada por millones de instantáneas del momento.
Los pasajeros de primera clase, apenas salen de sus camarotes o de los comedores principales. Conocen al armador y confían en el capitán. Disfrutan de la música en directo porque en cubierta hace un frío que pela. ¿Merece la pena reservarles un hueco en la patera. Aquí cada uno tendrá su propia respuesta. La mía es que no. Un hueco reservado a priori, no. Dejarles ahogarse en las heladas aguas, tampoco. Porque parte de la responsabilidad del viaje es suya. El barco está diseñado por y para ellos: amplios comedores, lujosos camarotes, prestigiosos músicos en directo….
A mí me preocupan más los pasajeros de la tercera clase. Aquellos que invirtieron todo para participar en este último viaje inaugural con la promesa de una vida mejor. Los que están a punto de descubrir que no hay botes para todos. La norma obliga a llevar 20 botes salvavidas con 64 plazas cada uno. Los incluirían por obligación, el buque era insumergible, nunca los necesitarían. Los que no están absortos en los lujos de la clase privilegiada y, desparramados por la fría cubierta ya han adivinado la silueta del iceberg en el horizonte gracias a lo despejado de la noche.
Algunos ya saltamos del barco y andamos navegando por las categorías olvidadas. Pronto las modalidades descubrirán que estar en el barco no aporta nada y conduce a una muerte horrorosa, lenta y segura. Y cogerán sus propios botes y organizarán su actividad al margen de estructuras que no están pensadas para ellos.
Ya es tan obvio que capitán y armador disponen de medios suficientes para evitar esa muerte que los primeros conatos de echar al agua los botes se están produciendo. Y cuando se compruebe que los botes flotan y navegan, seguirán produciéndose. Porque a medida que se acerquen al iceberg y empiece a cundir un pánico generalizado, este irá en aumento porque no hay botes para todos.
El plan solo incluía a la primera clase y a la tripulación. Pero cuando llegue el momento, la realidad será otra. No habrá botes suficientes para ellos. Muchos ya se han echado al agua. Y, en ese instante, volverán la mirada a tiempo de ver como el capitán y el armador abandonan el barco izados por el helicóptero de rescate.
La tragedia naval más grande la historia de la humanidad, hace que pocos conozcan la existencia de otro capitán que acudió al rescate, a pesar de que la alarma solo se disparó cuando el Titanic ya había chocado y se hundía. Os dejo una cita que explica perfectamente parte de lo ocurrido:
Edward Smith, el capitán del Titanic, nunca había sufrido un accidente. Esa falta de experiencia en situaciones críticas quizás provocó que no estuviese a la altura de las circunstancias, porque su desempeño fue malo. Sin embargo, Arthur Rostron, pese a que tampoco había acudido a un naufragio similar, tuvo una actuación brillante y se reveló como un marino intrépido en medio del hielo, pues ni pidió permiso a su compañía naviera para socorrer al Titanic
El Carpathia salvó a cerca de 700 personas de las 2208 que iban en el Titanic. 1496 no corrieron la misma suerte. La inexperiencia del capitán en situaciones similares y la soberbia de pensar que el barco era indestructible se juntaron y consiguieron que hasta que el agua no entró en el buque, no se hiciera la llamada de auxilio. Si, ya sé que afloran las teorías que defienden la actuación del capitán y que hizo todo lo posible. Me parece humano salvar el honor de los que no pueden defenderse.
Mi pregunta era si merecía la pena acudir al rescate de los que ocupan los botes salvavidas. La respuesta después de ver, pensar y preguntar es que si. Para esto sirven las destrezas de pensamiento. Para darte cuenta que hay gente en ese barco por obligación. Gente que se subió por la promesa de un futuro mejor a bordo de un buque seguro e indestructible.
Así que sí. Merece la pena acudir al rescate. ¿Hueco para la tripulación y la primera clase? Si alguno decide completar esta pequeña destreza de pensamiento que se denomina veo, pienso y me pregunto seguro que decide dejarse rescatar. Yo aquí dejo la plantilla. Si no la hacen, deberán tener claro que la prioridad es poner a los supervivientes en tierra firme para que puedan seguir con sus vidas cuanto antes.