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Mira que me había prometido abandonar el teclado. Pero veo que va a ser más complicado de lo que parecía. Aunque no descarto explicar todo esto en otro vídeo. Prefiero centrarme en estos temas ahora que ya contamos con un nuevo enterrador. Y además dispuesto a dejarse acompañar en el camino bajo los sabios consejos de su director.

A mi el plan me parece correcto, uno se encargará de recoger material fotográfico mientras otro se encomienda a la ardua tarea de reconducir sus bolos al camino que nunca debieron abandonar.

La única laguna que le veo al plan está en el tipo de motivación que anima a esos seguidores a actuar. Tiene toda la pinta que se trata de una motivación extrínseca. Esto es que actúan movidos por una recompensa externa. Lo mismo que el enterrador. Y está científicamente demostrado que la motivación extrínseca es menos eficaz que la intrínseca que es aquella que surge de uno mismo.

La conducta se activa y se centra en conseguir el premio. Si desaparece el premio, desaparece la conducta. O si el premio no es lo suficientemente elevado, la conducta no será todo lo eficaz que se pretende. O si las expectativas generadas en torno al premio no se corresponden con el beneficio obtenido cuando se recibe, la conducta tampoco será eficaz.

Satisfacer al enterrador por este método, no parece complicado. Todo apunta a que solo es necesario garantizarle su minuto de gloria. Asegurarle que podrá pregonar su presencia en los eventos con una gran libertad. A cambio deberá abstenerse de pensar y proponer acciones porque ese no es su cometido.

La motivación extrínseca puede funcionar en este caso porque el premio está alineado con las ambiciones del enterrador, así que parece sencillo dirigir su conducta mediante el premio porque coincide con su motivación intrínseca. El enterrador parece disponer de un fuerte motivo de reconocimiento social. Si le garantizas en buena medida ese reconocimiento, podrás orientar su conducta con facilidad.

El problema lo veo en lograr 50 seguidores que conformen la candidatura en base a esa motivación extrínseca. Pero es que no tienen otra manera. No puedes lograr 50 personas que compartan tu objetivo cuando tu objetivo es muy concreto: beneficiar a una minoría, o dos.

Vamos a verlo con un tres ejemplos, uno por estamento de los que componen nuestra soberana Asamblea:

  • En el caso de árbitros, que necesitas 6. Creo que todos vemos complicado encontrar 6 colegiados dispuestos a apoyar una rebaja de sus honorarios, un empeoramiento en sus condiciones o ir en una candidatura con gente que les ha atacado públicamente durante estos últimos 4 años. Que igual los hay, pero lo veo difícil. Tienes que convencer a 6 personas para que vayan en contra de sus ideales y en contra de los intereses del colectivo al que pertenecen. Vencer ambos factores a mi me resultaría complicado, sobre todo porque no comparto la idea de someter a nadie a actuar en contra de su voluntad. Pero reconozco que hay personas mucho más capacitadas para actuar de esa manera. Capaces de conocer el precio exacto que activa la conducta y dispuestos a ofrecerlo y prometerlo aunque no sean capaces de ejecutarlo. Lo importante es la promesa del premio y la credibilidad de quién lo ofrece. Si la expectativa que genera es suficiente, la conducta se ejecutará. Aquí también suele funcionar muy bien el castigo o la promesa del castigo si no se ejecuta la conducta correcta. Y esto depende mucho del poder que ostenta el que promete el castigo.
  • 17 jugadores. Aquí la cosa se complica bastante, bajo mi punto de vista. Creo que será difícil encontrar jugadores dispuestos a apoyar la causa de beneficiar a un par de minorías claramente delimitadas. Por lo tanto es lógico pensar que la amplía mayoría de los jugadores y jugadoras implicados o implicadas debe encontrarse en una posición cercana a esas minorías y compartir muchos de sus intereses. Seamos objetivos : creo que es complicado que un jugador o jugadora que no comparta muchos o todos los objetivos se implique en una candidatura de estas características: 
    • limitar el número de ascensos de primera a División de Honor, 
    • descender a peñas que militan en primera, 
    • premiar económicamente la participación en los campeonatos regionales de la máxima categoría a costa del esfuerzo de la peña organizadora, después por el principio de igualdad, vendrá idéntica reivindicación en la categoría femenina
    • Acabar con la igualdad entre categorías y modalidades en el tema de las dietas por participación en campeonatos
    • Hacerse con los incrementos que se han logrado en estos últimos 4 años en la ayuda a clubes y en las escuelas. Claramente insuficientes. Pero en este punto cabe apuntar que la ayuda a clubes en el año 2020 estaba presupuestada en 30.000 € y la ayuda a escuelas en 41.100 €.  En el año 2024, la ayuda a clubes está presupuestada en 38.000€ y la ayuda a escuelas en 44.000. La diferencia es de casi 11.000 €. Un trocito de pastel muy goloso para satisfacer las demandas de las dos minorías que sustentan al enterrador.
    • Y, por último, implantar 14 como el número perfecto de equipos que deben militar en cada categoría. Porque el 14 todos sabemos que procede de la inspiración divina y que reúne unas propiedades mágicas otorgadas por la sabiduría bolística. Seguramente sean 14 las veces que hay que menear la criba para dejar la arena en su punto perfecto. A mi se me antoja supersticioso todo esa mistificación y adoración del 14 como número perfecto. Pero también hay que entender que yo prefiero la razón y no estoy capacitado para apreciar las propiedades mágicas y curativas que tiene el número 14 para el bien de los bolos.
  • Y, para finalizar, 27 peñas son necesarias para constituir una asamblea legal y soberana. Si replicamos el análisis de los jugadores, a mi me parece que, dado que 27 es mayor que 17, debería ser aún más complicado reunir ese número. Pero seguro que un maestro en el arte de conocer el precio de cada persona y con la capacidad de prometerlo es plenamente competente para lograrlo. Y en esos menesteres creo que ha demostrado de sobra que lo hace a la perfección.

Este creo que es un análisis bastante correcto acerca del futuro más próximo de este juego que nunca se debió prostituir en deporte. He omitido bastante a propósito nombrar a las otras modalidades que componen esa seña de identidad cultural que es el juego de los bolos. Creo que todos estaremos de acuerdo en que, por muy experto y capaz que se sea en el arte de aunar voluntades, el compromiso que puede encontrar el director y su proyecto en el resto de modalidades es más bien cercano a cero.

Lleguemos al día después de la proclamación de nuestro próximo enterrador. Comienza entonces la cuenta atrás para el sepelio de nuestros juegos. Y comienza además la reclamación de las distintas y variadas recompensas que se han utilizado como inductores de las conductas motivadas.

Tengamos claro que se ha logrado que un abanico muy amplio de personas actúen en contra de su propia motivación intrínseca. Y que además se han generado unas expectativas muy altas en torno al premio que se les ha prometido. Si actuar en contra de tus principios ya genera un desequilibrio, este es mayor aún cuando no recibes el premio esperado o este no es suficiente para cubrir las expectativas generadas. Eso se conoce como frustración. Y, por muy imaginativos que seamos, los 11.000 € no dan para mucho.

Y cuando se genera un desequilibrio tan fuerte, la tendencia natural e irrefrenable de cualquier organismo es recuperar el equilibrio. Con todos estos condicionantes dejo a la libre elección de cada uno de vosotros lo que puede pasar el día después de que el enterrador se haga cargo de su nueva responsabilidad. Sin olvidar, por supuesto, que la figura escogida, es contraria a los intereses de los políticos que van a regir los dineros públicos durante los próximos años.

Yo tengo mi propio final para este cuento, pero no le interesa a nadie. Creo que lo mejor es que cada uno imagine el suyo propio.

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