En la grada, a la sombra, ya solo quedan los familiares más allegados de los contendientes y las contendientas. Porque desde que culminó la Agenda 2030, la liga de la máxima categoría por equipos es mixta y se ha impuesto la paridad. En lugar de optar por reducir el número de jugadores por equipo, los dirigentes de nuestros designios deportivos tuvieron la genial idea de promover la paridad en la máxima categoría.

La presidenta de la Federación Cántabra de Bolos, que rige sus designios desde 2024, impulsó la idea celebrada por todo el espectro político. Ahora, la Liga de División de Honor la disputan 20 equipos mixtos. Comienza en enero y acaba en octubre. La liga femenina desapareció como tal hace unos años.

Los presidentes cumplen así su sueño de disputar 19 partidos en casa, a los que acuden una media de 14,2 espectadores, 7,1 hombres y 7,1 mujeres. La igualdad y la paridad dominan el mundo y los bolos no han permanecido ajenos esta vez. Han sabido adaptarse al cambio y lo han hecho a lo grande. En esto de la paridad, siempre fueron receptivos. Fueron pioneros en la creación de torneos mixtos con jugosos premios. El resto de cambios sociales no supieron asimilarlos, pero anduvieron muy rápidos para promover torneos mixtos y paritarios, económicamente muy bien dotados. Las normas de juego se han adaptado también. El tiro máximo para los hombres se ha mantenido en los 20 metros, en contra de las voces que pedían a gritos retrasarlo un par de ellos, porque más siempre es mejor. Para suplir las diferencias físicas impuestas por miles de años de evolución heteropatriarcal caucásica, los tiros de las mujeres integrantes de cada equipo son diez metros menos que los de sus compañeros masculinos. Los 20 metros equivalen así a diez metros para sus compañeras.

Asimismo, cuando la raya que determina la validez de las bolas, sobrepasa los límites femeninos, se traza una segunda raya proporcional, eso sí, dentro de los límites fijados por la categoría femenina. Un total de cuatro árbitros son necesarios para juzgar el desarrollo de los partidos, dos hombres y dos mujeres.

Dos jueces o juezas para cada una de las rayas que pueden darse durante el juego. Un tercero o tercera se encarga de que las bolas de las jugadoras femeninas no sobrepasen la línea imaginaria que delimita su tablón. Y el cuarto o la cuarta anota diligentemente los resultados en el acta de papel. Sí, de papel, porque así se hizo toda la vida.

Por debajo de la máxima categoría ya no hay nada. Las ligas de aficionados clandestinas se negaron a integrarse en el circo mediático. Ello aceleró su prohibición. Los Asambleístas de la FCB, 20 años después de aquella decisión en la que prohibieron a cualquier jugador cántabro jugar a los bolos más allá de la Cantabria Infinita, repitieron la machada. En una decisión unánime prohibieron toda competición bolística no federada. La Delegación de Gobierno y la Guardia Civil les hicieron saber lo ilegal de su medida, pero no retrocedieron. La Asamblea es soberana.

Así que, las pocas licencias de cuarta categoría, dejaron de pasar por las arcas federativas. A los pocos años, también lo hicieron las de tercera. Y para 2030, ni los veteranos optaban por participar en las ligas federadas. Las escuelas de bolos son un recuerdo cubierto de polvo. La reestructuración, si bien apuntaba maneras, no pudo frenar el desastre. Las toneladas de arena cribadas, tampoco.

Ese año 2040, el calendario también se había puesto del lado de la Federación. La final de Copa de la Liga de aficionados de Ucieda se celebraba al día siguiente. La bolera de Ruente ya lucía las gradas portátiles de rigor, habituales desde hace 15 años dado el interés que despertaba en los aficionados la competición. La nula seriedad del evento hacía que los puristas se llevaran las manos a la cabeza. En otro alarde de soberanía, los Asambleístas habían solicitado a las autoridades que se personaran en la bolera de Ruente varias dotaciones del instituto armado y suspendieran el evento por concentración ilegal. Las risas de los responsables aún se escuchan en las oficinas del Ministerio del Interior.

Como ya hemos dicho, existía una única y máxima categoría. Tanto a nivel individual como por parejas y equipos. Las parejas, por supuesto, han de ser mixtas por imperativo legal. A nivel de Liga, no hay problema ni con ascensos ni con descensos. Las relaciones entre las asambleas de la Asociación de Peñas de Bolos que, ahora sí, representa a todas las peñas porque no hay más y Federación son cordiales y fluidas. Los 20 miembros de pleno derecho de la asamblea de la Asociación, lo son a su vez de la asamblea de la Federación Cántabra de Bolos, que al no contar con las 27 peñas de rigor, decidió dejar vacantes los puestos restantes.

Diecisiete jugadores y jugadoras, todos ellos militantes y militantas, asalariados y asalariadas de los equipos de División de Honor, más seis árbitros, cuya única labor se ciñe a juzgar las competiciones de la máxima y única categoría, completan la Asamblea de la Cántabra. La sintonía es excelente. Así se desarrolla la liga de bolos desde hace diez años. Los campeonatos de Parejas son mixtos desde el año 2035.

Pero este 2040, coincidiendo con el centenario del campeonato regional, nuestros dirigentes y dirigentas han decidido ir un paso más allá. Un campeonato mixto por decreto.

Lo novedoso e igualitario del formato no ha surtido el efecto deseado. Tampoco el hecho de que el regional no coincida con la final de la Copa de Aficionados de Ucieda ha servido para poblar las desiertas gradas de una bolera a orillas del Pas.

Sin actividad desde hace 15 años, la UTE compuesta por una afamada empresa de jardinería y la constructora, propiedad del principal mecenas bolístico, tras el fallecimiento de Alfonso Ussía, asesorados por expertos exploradores de la Amazonía brasileña, se han afanado en adecentar la bolera.

El equipo así formado puso en valor su pericia en la limpieza de cunetas para hacerse con el contrato de deforestación y adecentamiento de las instalaciones, valorado en un millón y medio de euros. El proceso fue noticia en los medios de comunicación cuando un grupo de ecologistas se encadenó a las vallas de la bolera como señal de protesta por la destrucción del ecosistema que se había formado en la bolera. Aquí sí fue precisa la intervención de los agentes de la Guardia Civil, de modo quirúrgico y sin derramamiento de sangre.

Tampoco sirvió de nada la petición de suspensión cautelar del Campeonato solicitada por el colectivo LGTBIQNDJSJSD por cercenar su derecho a participar al acotar los clasificados a personas binarias, olvidando al resto de géneros reconocidos en la Nueva Constitución de la Republica española de 2025. Los jueces de Cantabria, tras el cambio del año pasado en el Gobierno, mantenían su fidelidad a la causa regionalista en aras de preservar una seña de identidad regional y un bien de interés cultural inmaterial. La solicitud se archivó.

Los restos de los trabajos de limpieza se amontonan, superando en altura a ésta, tras la grada posterior del birle. Los diez camiones necesarios para retirarlos no han llegado a tiempo. Y todo, porque un juez díscolo encontró irregularidades en el proceso de adjudicación del contrato y detuvo todas las operaciones, precintando las instalaciones de la constructora y la empresa de Jardinería.

A los jugadores no parece importarles los aromas ni el tamaño de la pila. Los dos turistas de Valladolid tampoco importunan el desarrollo del juego una vez que abandonaron medio muertos el recinto. Tan solo un par de patos ocultos tras la maleza rompe el silencio reinante en la bolera de cuando en vez…

El campeonato número 100

Sábado, 21 de julio de 2040, 38 grados de temperatura. El cambio climático es lo que tiene. En una bolera de Cantabria, esa temperatura no era normal hace 20 años. Ahora es la tónica. Aunque su cercanía al río y los árboles la protegen del calor, el hormigón quema al tacto. Quizá por ello la […]

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